24 julio 2012

PECES BARBA.

       Mi buen amigo Enrique Sánchez, en el 2006, me regaló un libro de Gregorio Peces Barba titulado “La España Civil” que me leí inmediatamente de un tirón con una avidez rara en mí. En ese libro, muy interesante, habla de España y su verdadera construcción como sociedad. Y hoy,  la muerte de Gregorio me recordó ese libro y lo he vuelto a ojear.
       Recordé  unos párrafos en las páginas 64 y 65 donde tenía un marca hojas colocado desde hace tiempo. Lo he leído de nuevo y me ha sorprendido de nuevo su crítica hacia la relación secular de la Iglesia y el Estado. Lo he releído de nuevo y me he preguntado como pudiera yo homenajear a Peces Barba en este día que nos ha dejado. Y he decidido copiar algunos párrafos suyos de ese libro que mi amigo Enrique me regaló.
       En el apartado de “Los problemas de la Iglesia” dice: “En la cuestión que atañe a la Iglesia Católica hay que decir que la Constitución se ajusta al esquema de democracia moderna, o sea inseparable del pluralismo y de la aconfesionalidad religiosa en que consiste la laicidad”. Para continuar mas adelante” en la historia de España, la tentación permanente de la Iglesia Católica fue rechazar el pluralismo y constituirse en el único referente moral de la sociedad. A pesar de que la Constitución no permite que tal cosa suceda, la jerarquía eclesiástica insiste y actúa como si aún tuviese ese monopolio, pues su concepción del bien no reconoce alternativa y busca convertirse en el núcleo de la razón pública, en suma que su ética privada- su idea de virtud, del bien o de la salvación-, su verdad, en definitiva, se convierta en ética pública. Política y jurídica”.
       Más adelante dice” Para este autor, las cuestiones políticas tienen más que ver con los intereses que con los principios, mientras los teólogos de mala fe trafican con principios cuando en realidad defienden intereses. En suma, la Iglesia defiende intereses pero simula defender principios. No siempre el hecho religioso ha sido su mayor preocupación; si se examina la historia, quizás, hayan dedicado mucho más tiempo a la lucha por el poder”
       Cuando habla de la democracia interna de la Iglesia, hace un recorrido por los múltiples episodios de demostrar la total ausencia de la misma en su seno y el intento constante  de su traslado a la sociedad. Habla de la Encíclica Vehementer nos,  de Pío X, en 1906, (la fecha del nacimiento de Ayala, recién fallecido). En ella se dice “La Escritura nos enseña y la tradición de los padres lo confirma que la Iglesia es el cuerpo místico de Cristo (…). En el seno de la cual hay jefes que tienen plenos y perfectos poderes para gobernar, para enseñar y para juzgar. De lo cual resulta que esta sociedad es desigual por esencia, es decir, es una sociedad que comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que ocupan un rango en los distintos grados de jerarquía y la multitud de los fieles. Y de tal modo son distintos entre si que solo en el cuerpo de los pastores reside la autoridad y el derecho necesario para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, ella no tiene otro deber que el de dejarse conducir y, rebaño dócil, seguir a sus pastores..”
       Continua Gregorio “Frente a la orientación democrática  expresada en el Concilio Vaticano II y en la encíclica “Pacem in terris”, la política que impera en la Iglesia, impulsada desde Roma, es mucho más conservadora: a la conciencia individual como motor de la participación política del cristiano la sustituye idea del orden del universo creado por Dios. Así la Iglesia pretende que el núcleo definidor de la ética pública sea su propia concepción del bien. La ética privada de la Iglesia invade y sustituye a la ética pública, lo que es incompatible con lo que Rawls denomina una sociedad bien ordenada, es decir, una sociedad democrática, la España civil”.
       Hablé con él un día en Madrid en un encuentro en la Jaime Vera sobre el laicismo. Me dejó sorprendido. Hablaba del amor a España. De esa España abierta y tolerante. De esa España de la idea y del pensamiento y no de la “zaragatera y triste que ora y embiste cuando se digna usar la cabeza”. Era uno de los de la línea de Ortega, Azaña, Machado y Fernando de los Ríos. Uno de los nuestros.
       Se nos fue. Salud

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