Mi buen amigo
Enrique Sánchez, en el 2006, me regaló un libro de Gregorio Peces Barba titulado “La España Civil” que me leí
inmediatamente de un tirón con una avidez rara en mí. En ese libro, muy
interesante, habla de España y su verdadera construcción como sociedad. Y hoy, la muerte de Gregorio me recordó ese libro y lo he vuelto a ojear.
Recordé
unos párrafos en las páginas 64 y 65 donde tenía un marca hojas colocado desde
hace tiempo. Lo he leído de nuevo y me ha sorprendido de nuevo su crítica hacia la
relación secular de la Iglesia
y el Estado. Lo he releído de nuevo y me he preguntado como pudiera yo
homenajear a Peces Barba en este día que nos ha dejado. Y he decidido copiar
algunos párrafos suyos de ese libro que mi amigo Enrique me regaló.
En el apartado
de “Los problemas de la
Iglesia” dice: “En la cuestión que atañe a la Iglesia Católica hay que decir
que la Constitución
se ajusta al esquema de democracia moderna, o sea inseparable del pluralismo y
de la aconfesionalidad religiosa en que consiste la laicidad”. Para continuar mas adelante” en la historia de España,
la tentación permanente de la Iglesia
Católica fue rechazar el pluralismo y constituirse en el único
referente moral de la sociedad. A pesar de que la Constitución no
permite que tal cosa suceda, la jerarquía eclesiástica insiste y actúa como si
aún tuviese ese monopolio, pues su concepción del bien no reconoce alternativa
y busca convertirse en el núcleo de la razón pública, en suma que su ética
privada- su idea de virtud, del bien o de la salvación-, su verdad, en
definitiva, se convierta en ética pública. Política y jurídica”.
Más adelante
dice” Para
este autor, las cuestiones políticas tienen más que ver con los intereses que
con los principios, mientras los teólogos de mala fe trafican con principios
cuando en realidad defienden intereses. En suma, la Iglesia defiende intereses
pero simula defender principios. No siempre el hecho religioso ha sido su mayor
preocupación; si se examina la historia, quizás, hayan dedicado mucho más
tiempo a la lucha por el poder”
Cuando habla
de la democracia interna de la
Iglesia, hace un recorrido por los múltiples episodios de
demostrar la total ausencia de la misma en su seno y el intento constante de su traslado a la sociedad. Habla de la Encíclica Vehementer
nos, de Pío X, en 1906, (la fecha del
nacimiento de Ayala, recién fallecido). En ella se dice “La Escritura nos enseña y
la tradición de los padres lo confirma que la Iglesia es el cuerpo místico
de Cristo (…). En el seno de la cual hay jefes que tienen plenos y perfectos
poderes para gobernar, para enseñar y para juzgar. De lo cual resulta que esta
sociedad es desigual por esencia, es decir, es una sociedad que comprende dos
categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que ocupan un rango en
los distintos grados de jerarquía y la multitud de los fieles. Y de tal modo
son distintos entre si que solo en el cuerpo de los pastores reside la
autoridad y el derecho necesario para promover y dirigir a todos los miembros
hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, ella no tiene otro deber
que el de dejarse conducir y, rebaño dócil, seguir a sus pastores..”
Continua
Gregorio “Frente
a la orientación democrática expresada
en el Concilio Vaticano II y en la encíclica “Pacem in terris”, la política que
impera en la Iglesia,
impulsada desde Roma, es mucho más conservadora: a la conciencia individual
como motor de la participación política del cristiano la sustituye idea del
orden del universo creado por Dios. Así la Iglesia pretende que el núcleo definidor de la ética
pública sea su propia concepción del bien. La ética privada de la Iglesia invade y sustituye
a la ética pública, lo que es incompatible con lo que Rawls denomina una
sociedad bien ordenada, es decir, una sociedad democrática, la España civil”.
Hablé con él
un día en Madrid en un encuentro en la Jaime
Vera sobre el laicismo. Me dejó sorprendido. Hablaba del amor
a España. De esa España abierta y tolerante. De esa España de la idea y del
pensamiento y no de la “zaragatera y triste que ora y embiste cuando se digna
usar la cabeza”. Era uno de los de la línea de Ortega, Azaña, Machado y
Fernando de los Ríos. Uno de los nuestros.
Se nos fue.
Salud
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