
La democracia, desde Pericles, siempre ha tenido un enemigo fiel. Y ese enemigo es la desconfianza. Como las democracias modernas se apartan de la fiereza del Poder, se alejan de la injusticia y se dicen alejar del sectarismo, quedan en manos de los ciudadanos. Ese concepto igualitario que queda apenas, en un intento de igualdad de todos ante el Poder, queda a discusión en la ciudadanía porque evidente todos no somos iguales. Pero incluso en esa percepción de que se tiende a la igualdad de todos por parte de los que dirigen el Estado, la confianza es fundamental en los pilares del Sistema.
Hoy, evidentemente, la ciudadanía está de capa caída en ese criterio e confianza. Si hablas con cualquiera te habla mal de los políticos, del Sistema, del Estado, de la Justicia, de los guardias de la porra. De todo. Y ello es más que peligroso. Y lo es porque cuando el río suena, agua lleva. Y eso que yo todavía creo en el buenismo e la ciudadanía. Yo creo que todavía a la gente se les puede mirar a la cara sin sonrojarse. Pero cada vez es mas difícil. Cada vez es mas complicado porque la gente ha perdido la confianza en el Sistema.
Y ello nos lo estamos ganando a pulso. Cuando vemos el panorama de nuestro país, con una crisis brutal que ataca a los más débiles (como casi siempre), a los que necesitan cuidados médicos y sociales, a los que tienen como única salida la solidaridad del Estado, a esa ingente población mileurista, a esos parados en las oficinas del desempleo a los que se les explica que todo es consecuencia de la crisis y que hay que apretarse el cinturón, por lo menos, deberíamos ser un pelín consecuentes.
Que las prestaciones sociales estén seriamente amenazadas, que el paro aumente en Septiembre 95.000 personas, que se hable de congelación de pensiones y demás medidas antisociales y que unos dirigentes de Novacaixa se repartan más de 20 Millones de Euros en una escandalosa indemnización por jubilación a repartir entre cuatro banqueros, es una auténtica desvergüenza, impropia de una sociedad a la que intentamos llamar mínimamente honesta.
Evidentemente que a los que se les solicita un apretón de cinturón, a los que están pasándolo muy mal, cuando lean esto, lo mínimo que se les puede ocurrir es la insumisión. Han perdido ya la confianza y ahora ya lo que les queda es simplemente la vehemencia de la agresión contra el Sistema. Y me sorprende el silencio, me pasma su general discreción. Y pienso que en esa actitud hay algo que bulle, que se mueve, que pulula para un auténtico estruendo.
Y eso es responsabilidad del Gobierno, del Banco de España, de los Partidos políticos, de los sindicatos, de las Organizaciones sociales, de las Instituciones del Estado. De ti y de mi. Y en esa responsabilidad si no se pudiera actuar, por las complicadas razones que fueran, se debería criticar, se debería reprochar, se debería denunciar, se debería deshonrar y desprestigiar esas conductas para que quede claro donde está cada uno.
Esas actitudes, tanto de unos como de otros, hacen que la gente, que nuestra gente, que la ciudadanía no entienda nada (o lo entiende todo), pierda la poquísima confianza que aún le quede y cabalgue por esos nefastos pagos del inconformismo mas cerril, de la agresión cívica mas despiadada, del desengaño y de la reserva más atroz.
Pedro Villagrán 04.10.2011
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