10 diciembre 2012

EL MIEDO A LO DIFERENTE



       Siempre con el miedo a lo diferente. Siempre con la tendencia a lo uniforme y a lo homogéneo. Siempre con la aversión y a la hostilidad a lo extraño, siembre con la inquina a lo discordante.
       La política de la derecha, constantemente, tiene esa terrible tendencia a lo homogéneo y lo plano. Perpetuamente camina hacia las esferas de lo homólogo y lo indistinto. Tienen una concepción extraña de lo liso y de lo chato. Es una constante de la monotonía y de lo liso. Es como un encorsetamiento cerrado de todos en lo más parecido posible. Y todos en esa uniformidad caduca, efímera y perecedera en la  obligación de  hace forzar lo más posible para que no cambie nada.
       Tanto en la lengua, como en la moral, así como en el pensamiento, como en las relaciones amorosas, como en el fenómeno religioso, como en la política territorial, como en la filosofía y la política en general, la derecha siempre tiende a la uniformidad entre todos, a lo homogéneo y más, todavía, a lo homólogo.
       Pero no es un concepto filosófico igualitario de todos con los mismos derechos y las mismas obligaciones para con la sociedad, sino un sistema igualitario totalmente soez y grosero impuesto por los que se benefician del Poder.
       Siempre me enseñaron que no hay mayor injusticia que tratar iguales a los que son realmente desiguales. Y ese concepto terrible de lo igualmente injusto es la forma inconfundible de imponer la igualdad de los conservadores y de los que detectan y militan el conservadurismo recalcitrante.
       Y en estos momentos concretos, donde el poder omnímodo del conservadurismo se impone en nuestras esferas políticas, es donde más se nota la repugnancia ideológica de sus intenciones más mezquinas. Esa tendencia a la moral única, al pensamiento único, a la lengua única y a la ausencia de diversidad es la norma verdadera de funcionamiento y de imposición que el Gobierno del Estado impone a los ciudadanos. Ya sea tanto en el campo judicial, como en el campo de la Educación, como en el campo de la moral, como en el campo de la lengua o como en el campo de la configuración política del Estado, siempre la derecha aplica su modelo de uniformidad y de monotonía de imposición simétrica.
       Pero igual que asigna ese modelo monocolor y monótono, impone el claro estigma de la desigualdad entre los individuos. La imposición de las clases sociales en un mundo clasista donde unos están hechos para obedecer y otros para dirigir. Es un mejunje y un potingue de todos en una misma dirección impuesta y además de eso, todos clasificados según la clase social de donde vengan dirigidos.
       Y eso es lo que estamos viendo un día si y el otro también en nuestro país últimamente. La crisis circunda, con un envoltorio desgarrado y doloroso, los recortes sociales, los tijeretazos sanitarios, educativos y sociales que tanto lesionan a los más débiles. El paro aborda y ataca, cada vez más dolorosamente, la actividad laboral de los que tienen que llevar un sueldo para cubrir sus necesidades. Y este Gobierno, sorprendentemente, cada vez la situación la pone en peor. Pero lo más importante que hace, lo más sustancial que elabora para sus intenciones, es el cambio de modelo de Estado. Ese cambio del que nos referíamos al principio. La tendencia indeseable al cambio de nuestras relaciones sociales personales, al ataque de nuestros derechos cívicos, a la embestida a nuestro derecho al concepto igualitario entre todos, al legítimo poder de la enriquecedora diferencia y de la fructífera discrepancia.
       Eso es lo que nos están trayendo, como consecuencia de su infame gestión, estos derechones de tres al cuarto. Además de ruina económica, un cambio social en profundidad lleno de reacción, de caspa y con olor de alcanfor, incienso  y naftalina que nos costará muchísimo limpiar y y reconstruir el modelo que tanto trabajo nos había costado poner en marcha.


Pedro Villagrán
10.12.12

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