El otro día
unos compañeros de profesión tomábamos unas cervezas y hablábamos de política
en general. De pronto a uno se le ocurrió
decirle a otro que era de derechas. Quiero hacer saber que al que se le dirigía
esa manifestación no era simplemente de derechas sino del espectro mas extremo
del conservadurismo. Denominar a esa persona de derecha era simplemente una auténtica
equivocación en el espectro ideológico, ya que sus planteamientos filosóficos,
sociales y políticos se encuentran, desde siempre, y además con ostentación, en
el extremo de la ultraderecha.
Y a esa
afirmación que se le hizo, el afectado saltó como de su asiento con vehemencia
afirmando con gran energía que él era de centro. Eso que se le había dicho era
un insulto. Como se puso de tal manera, todos nos preocupamos de la finalización
de las cervezas y se le pidieron excusas por tan nociva manifestación hacia él.
Aquello terminó bien y cuando terminamos me quedé pensativo en la vergüenza que
tal tipo sintió porque le llamaran de derechas si él se pasaba tres pueblos en
su ideología reaccionaria.
Los términos
derecha e izquierda vienen de la Asamblea
Nacional francesa proveniente de la Revolución burguesa
francesa, donde los más conservadores se sentaban en los bancos de la derecha y
los más defensores del cambio radical que surgió de la Revolución, en los de
la izquierda.
El Gobierno
que soportamos actualmente en España, al decir de unos, es un gobierno de Centro
o un gobierno liberal en el decir de otros. La política que enarbolan y hacen
realidad es puramente conservadora, cercana a la Iglesia en lo moral, al
autoritarismo mas reaccionario en las relaciones cívicas y en las mismas
entrañas de las políticas retrógradas en lo social defendiendo, sin pudor, a las
clases mas pudientes de nuestra sociedad. Una gran parte de su electorado
comulga con sus tesis ideológicas pero se oponen radicalmente a que se les
llame de derechas.
Es extraña esa
realidad. Parece que tuvieran vergüenza de pertenecer a ese grupo de ciudadanos
que votan conservador y en las tertulias niegan no su voto pero si su afiliación.
Perece que tienen vergüenza de la historia de la gestión que la derecha ha
realizado en nuestro país. Parece que consideran al progreso en política como
una cuestión de avance social pero tienen pudor en plasmarlo en su apoyo
electoral. Parece que consideran que eso de “la izquierda” es sinónimo de
progreso, de “modelnidad” y de avance y por ello lo asumen como bueno pero no
lo reflejan ni en su vida social, ni en su vida laboral, ni en su modelo de
familia, ni en su modelo de sociedad, ni en la defensa de las libertades y los
derechos de todos los ciudadanos.
Da la impresión
que aquí nadie es de derechas. Todo el mundo es de centro, ese concepto voluble,
mudable e inconsecuente que forjó Adolfo Suárez para diferenciarse clara y políticamente
de Fraga, Areilza y otros de esa mismo pelaje que configuraban la ultraderecha
de este país allá por la segunda parte de los setenta.
A mí siempre
me ha sorprendido esa discusión en nuestro país de la gente de derecha y la
gente de izquierda. Y me sorprende que “la cosa” se complica cada vez más.
Yo recuerdo
aquella mesa de la Transición. Aquella
mesa donde en un lado de la misma se encontraban los que habían ganado la
guerra y sus herederos naturales. Los oficiales beneficiados de una cruel,
injusta y golpista guerra se sentaron en un lado. Y al otro lado se sentaron
los perdedores de la confrontación civil. Los socialistas, los comunistas, los
Republicanos. Y esa era la fotografía exacta de lo que era la derecha y lo era
la izquierda en aquella época.
No obstante
reconozco que las cosas, con el tiempo cambian. Y mucho. Y de aquel entonces la
ideología se ha marchitado bastante, en la ilusión de muchos se ha hecho
bastante mella y todo se ha removido una barbaridad. Y se ha creado,
desgraciadamente, una gran masa de ciudadanos que hablan y hablan como derechones
irredentos pero que se ofenden cuando se les llama de derechas demandando una
denominación de centrista y un liberalismo
inocuo al que nadie le da una ubicación política determinada.
Pedro Villagrán
06.09.12
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