Los liberales
derechones que configuran el grueso de la derecha de este país nunca creyeron
en el Estado. Si alguna vez lo hicieron, lo concibieron como utensilio de
manejo simple de poder y de autoridad. Nunca pensaron en el Estado como
instrumento de servicio cívico de utilidad pública y de elemento claro de solidaridad
de los ciudadanos.
Siempre los
capitalistas y los liberales, economicistas ellos, pensaron que cada empresa o
cada instrumento de poder debe tener su carretera, su servicio de bomberos, su
policía de seguridad, su servicio sanitario, sus chupatintas, sus banqueros…
todo, al fin y al cabo, controlado por ellos. Consiguiendo, eso si, un Estado
pequeñito para defender los grandes temas de la guerra, el orden ciudadano, la
moneda, la educación y la sanidad de los pobres etc. Es el Estado-Bota, el
Estado-Fuerza y el Estado-Autócrata. Y como la sociedad modélica de ellos es
clasista, fundamentalmente, es el Estado el fiel reflejo de la clase superior,
de la clase dominante, social y económicamente hablando.
No les cabe,
ni por asomo, el concepto de Estado como instrumento de ejercicio de la
solidaridad, de la Justicia,
del progreso social, de la identificación entre sus ciudadanos.
Y en estos
momentos de recortes y de desafortunadas rebajas económicas, lo que la Derecha toca lo primero es
recortar el Estado. Y lo primero de lo primero es el mundo de los servidores públicos
en un concepto más que equivocado del funcionario como elemento del Estado que
vive a su costa. No como un instrumento de servicio a la colectividad sino como
un simple elemento parásito del Estado.
Y ahí están.
Diciendo que los recortes obligatorios les hacen mermar el Estado en la figura
de sus funcionarios. Hay que recortar funcionarios. Hay que adelgazar al
Estado. Hay que disminuir la función solidaria y laboral de la Función Pública.
Hay que quitar
médicos, enfermeras, bomberos, funcionarios administrativos, profesores,
maestros, científicos, etc
Pero lo más
vergonzoso no son los recortes. Eso puede ser una acción, mas que discutible,
del Gobierno. Lo penoso y lo lamentable es que demuestran la profundidad de su filosofía, en el tema que nos ocupa, no
haciendo la acción en sí, sino la forma y las maneras tan aborrecible con la
que la ejercen. Así Beteta, el Secretario de Estado con aquella frase famosa
del “cafecito de la mañana” o la Ministra
Báñez diciendo sin parar impertinencias y desafueros por
doquier, demuestran el respeto que le tienen a los que sirven al Estado y le
hacen funcionar, fuera de los avatares de la política. Pero de todos los
miembros del Gobierno es Montoro el que se lleva la palma sin lugar a dudas. Ayer
lo escuchaba, entre cutres, desangeladas, pavas y desabridas palabras de
reproches a los funcionarios, el alegato a éstos de que son trabajadores por
oposición en donde han refrendado y avalado su formación, no su estabilidad en
el empleo. Porque estas mismas palabras
dichas con criterios políticos de seriedad, podrían medianamente aceptarse,
pudieran pasar sin herir, pero dichas entre sonrisas repugnantes, que rayan en
lo mezquino, rechinan todo lo posible.
Si la derecha ha puesto en el Gobierno de
Rajoy a sus mejores piezas, es sorprendente que personajes como Montoro, la ínclita
Báñez, el del tiro en el pié de García Margallo, el Wert como defensor de la Educación Pública,
El Soria como hombre responsable como el que más, el señorito de los camareros
Diaz Cañete en Agricultura, sean los que tienen el honor de ser Ministros de
nuestro País.
Pero así está
el percal. Eso es lo que hay. No hay más cera que la que está ardiendo. Y todo
presidido por Rajoy que ni habla ni siente. Solo obedece sin el más mínimo plan
de actuación ni de estrategia. Bueno, un plan si. El destruir el Estado de
Bienestar, recortar los servicios públicos y adelgazar cada vez más al Estado
que entre todos habíamos construido. Y creando, por lo tanto un nuevo sistema
de funcionamiento y de actuación del Estado, recortando a la función pública, a
los funcionarios, a los servidores públicos.
Pedro Villagrán
11.07.12
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