06 mayo 2012

DIFICULTADES Y PROBLEMAS PARA LA JEFATURA DEL ESTADO


       Un buen compañero mío, en una discusión sobre el asunto de la Monarquía-República, me planteaba una argumento muy interesante que me hizo reflexionar. La Monarquía es una institución vetusta y rancia. Decadente y con olor a naftalina. Útil en la seguridad sucesoria que abandona la incertidumbre institucional pero arriesga gravemente en los conceptos democráticos de elección política e individual. Todo eso es cierto, pero mi compañero me ponía un ejemplo que me hizo ponerme la carne de gallina. Es bueno decidir y realizar la Jefatura del Estado por una metodología democrática pero ello nos podría llevar, sin duda, a la posibilidad de poner en un puesto verdaderamente de arbitraje a personajes políticos de dudoso talante pero mayoritariamente elegidos. Pensemos, decía mi compañero, que Aznar, Rajoy o Arenas fuesen los elegidos jefes del Estado por procedimientos democráticos. Sería ello un lio y desaguisado tal que nos llevaría, con seguridad a la inestabilidad. Luego, apostillaba mi compañero, prefiero mil veces a Juan Carlos. Y tenía una cierta parte de razón. Y ese planteamiento es el que  nos ha hecho mirar el panorama con una determinada y cierta resignación.
       Una Monarquía parlamentaria  en el Siglo XXI tiene unas obligaciones determinadas subordinadas a unas normas ya prefijadas por el Poder Político. Porque el Rey es un funcionario público más y un servidor público altamente cualificado. La rendición de cuentas que el Poder político realiza cada cuatro años a la ciudadanía para su apoyo o para su reprobación es la base del Estado Democrático. Y la ausencia de ese sufragio en el caso de la Monarquía la hace totalmente diferente y desigual. Ello consigue, desgraciadamente que el Jefe del Estado crea que esa distinción y ese atributo le son regalados y no tiene porqué rendir cuentas a nadie. Y ello es terrible.
       El asunto de la cacería de elefantes, la Reina, en ese momento  en Atenas y que va y que viene de viajes a EEUU, la ausencia de la mínima transparencia en las cuentas que dependen de los presupuestos del Estado, los importantes regalos no controlados al Jefe del Estado,  el caso Undargarin, el tema de las armas de fuego en manos de menores, etc.etc. hacen que en la ciudadanía  cuaje un sentimiento de que esa Institución, al servicio del Estado, no mantiene las buenas maneras que su alta representatividad merece.
        Los medios de comunicación hablan estos días que el socio de Undargarin, Diego Torres, amenaza con implicar al Rey y a su hija, a los dos y a cada uno de ellos, en los asuntos del trajemaneje delictivo de Noss. Y ello es de una gravedad más que importante. En la próxima comparecencia ante el Juez pudiera abrir la caja de los truenos y llevar a la Jefatura del Estado a una situación más que delicada.
       Si este caso que nos ocupa y nos preocupa implicara a un posible  Presidente de la República, no tendríamos la mínima duda que se estaría pidiendo, con capacidad democrática, su inmediata dimisión. Pero en este asunto lo que se está haciendo es intentar tapar el asunto y salvaguardar a la Corona.
       La II República que fue agredida y derribada por el Golpe Militar del 1936, con el asentimiento, la complicidad y la participación criminal   de la derecha de este País, derivó en un Régimen militar autocrático hasta el 1975, fecha de la muerte del sanguinario Dictador. Él fue quien puso  como sucesor a Juan Carlos contando y discutiendo solo en esa decisión con su almohada, la misma almohada que le hacía decidir decisiones más que reprobables. Esa terrible e impresentable descendencia jerárquica debería obligar, aun más, al Rey y a su familia a una compostura democrática más acorde con los tiempos que corren. Porque esa actitud demostrada en estos últimos tiempos está llevando a la ciudadanía a plantear cambios fundamentales de personas físicas o de formas diferentes de organización de la Jefatura del Estado. ¡!!Que no estaría nada mal!!!

Pedro Villagrán
06.05.12        
              

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