Mi madre era maestra. Maestra en un Colegio de Jerez donde impartía clases de una especie de "Formación profesional" de aquellos lejanos tiempos. Enseñaba a jovencitas mecanografía, redacción. taquigrafía, contabilidad etc. para prepararlas a salir adelante laboralmente cuando abandonaran la Escuela. Mi madre era Doña Petra y siempre sus alumnas le llamaron así. Con un respeto que a mi mismo me sorprendía. No era temor ni miedo ni nada que se le pareciera. Era, simplemente, respeto.
Yo estuve, desde párvulos hasta que entré en la Universidad en colegios públicos (En Preu repetí y me llevaron a uno privado religioso). Mi relación con mis profesores siempre fué de auténtico respeto. Les criticaba, evidentemente, por detrás pero, ante él, absoluto respeto. En la Universidad igual retequeigual.
Cierto es que era una época diferente, afortunadamente, a la que disfrutamos actualmente. El propio Estado era una Institución autoritaria con unos estamentos muy estratificados donde era muy difícil un intercambio.
Recuerdo con cierta sonrisa de lejanía en el tiempo cuando yo llegaba a mi casa con algún suspenso, algun problema determinado o algo parecido y se lo contaba a mis padres, e intentaba, algunas veces, desviar las culpas mías hacia el profesor. Que si la tiene tomada conmigo, que si me tiene manía, que es un poco tonto o un ñoño.... Nunca mis padres se les ocurrió ni se les pasó por la cabeza pensar en ello y darme un poquito de razón. La culpa siempre era mía. Que si yo era un flojo, un malencarado, un mal estudiante..... era lo mínimo que me decían cuando yo les aducía con tales planteamientos.
Pero vamos a ver, Perico, me decían,¿ como Don Miguel que es un padre de familia, serio, formal y educado va a perder el tiempo en cogerle manía a un indocumentado como tú????? Y Don Miguel era un profesor con bata de color azul celeste desteñido que enseñaba matemáticas con una vara de bambú y cuando no respondías a tiempo te tiraba " el tio" de las patillas del pelo que todavía recuerdo con auténtico pavor. Pero, nada, mis padres mantenían el criterio de un apoyo sin dudas a todos mis profesores.
He ido algunas veces (hace ya tiempo ya, pues mis hijos son mayores, al Instituto a ver algun tema de notas o a algun tema que me han llamado. Uno de mis hijos me presentaban al Profesor.
-----Papá: éste es Pepe, el Profesor de Literatura.
-----Buenos días, Don José.
----- Anda Papá, si se llama Pepe.
----- Mira niño: para mí es Don José, tu profesor de Literatura.
Era una situación extraña, compleja que yo no entendía y mis hijos, que me ven como un progresista en el tiempo, tampoco.
En el Hospital donde trabajaba hasta 2004 uno de los problemas mas difíciles de resolver era el hablar con los padres sobre las lesiones traumaticas que padecían sus hijos y como se los ibamos a resolverlas. El niño que no sufra, Doctor. Mucha anestesia y mucha delicadeza. Mi especialidad, un poco agresiva, es mucho de tirón y reducir las fracturas. Doctor mucha anestesia y mucha delicadeza.
El problema de la violencia de las aulas no lo he sufrido en mis carnes. (Violencia de verdad la de D. Miguel y las patillas). En mi criterio, lejano en el tiempo pero preocupado, el problema es de autoridad y de un exceso de protecionismo mal entendido. Que un padre vaya al Centro Escolar a buscar al Profesor para pegarle porque dice que éste último le tiene manía a su hijo es de un incomprensible que asusta. Es un problema de educación tanto para los padres, los hijos y para algunos profesores tambien.
Las autoridades sanitarias y educativas tienen que estudiar el problema y darle solución. Cada vez hay más agresividad en los centros hospitalarios y educativos y el reconocer como funcionarios públicos a los profesinales para su defensa y proteción creo que es una buena medida. Pero, en mi criterio, haría falta campañas de concenciación a la población y a los usuarios para intentar paliar la lacra de la violencia de una forma multilateral.
Nada más. Ahí va mi opinión.
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