Estimado senador
RAFAEL ORDÓÑEZ
Estimado senador y apreciado colega: Ha publicado usted, en otro medio, dos artículos en menos de un mes glosando las, para usted, incomparables ventajas e inocuidad de la píldora postcoital y del aborto libre próximo a ser instaurado. Me lo han hecho llegar manos amigas y como no me gustan los debates entre médicos casi los dejo ir. Pero ha sido su tono altivo y su elocuencia casi despectiva para con los que no nos uncimos al carro gubernamental lo que me ha hecho traer el agua a mi huerto y contestarle desde mi azotea, en esta Academia de la Libertad, sita en Granada, 42. Lo primero será decirle que ya está muy visto, demasiado, tratar de demonizar al adversario, en este caso a los partidarios de defender la vida desde su concepción hasta el último hálito, a base de decirles, por ejemplo, que "tratan de imponer su moral" y que añoran "una sociedad sin derechos, sin libertad y sin igualdad". Somos todos, senador Villagrán, ciudadanos de pleno derecho de esta España democrática que no es de nadie, si no de todos. Y todos con derecho a opinar sin ser por eso denigrados. Usted utiliza esta táctica dialéctica porque les ha dado mucho juego con algunos que se encogen como un caracol cuando le pulverizan con el spray de esta palabrería. Otros, sin embargo, nos hacemos tirabuzones con esas diatribas, tal como las valientes y liberales gaditanas se las hacían con las bombas que tiraban los gabachos fanfarrones.
Vayamos pues a la parte científica de esta epístola de un ginecólogo a un traumatólogo. En su primer artículo afirmaba que "está meridianamente claro que la píldora postcoital no es un método abortivo como dicen los que obedeciendo consignas superiores y sin el menor rigor científico lo sermonean desde púlpitos radiofónicos para confundir a los ciudadanos". La píldora postcoital es, en primer lugar, un método anticonceptivo de emergencia que trata de impedir la ovulación y/o la fertilización de un óvulo por un espermatozoide. En esto estamos a ovulación, con un óvulo ya fecundado? En este caso, sabe usted muy bien que el choque hormonal de levonorgestrel y la posterior deprivación de sus niveles en sangre se comporta como lo hace toda la familia de hormonas gestagénicas: produciendo una descamación de la mucosa endometrial del interior del útero. Y ¿qué supone esto? Sencillamente que el eventual óvulo fecundado, que ya es un huevo o zigoto humano, no tiene donde implantarse, muere y es expulsado. No tiene donde anidar y por tanto carece de lugar en el que nutrirse para seguir vivo. Esto, Dr. Villagrán, usted lo sabe, es un aborto. Quien tiene "meridianamente claro" lo que significa la administración de la píldora postcoital es el mismo laboratorio que la fabrica. Al describir las propiedades farmacodinámicas del producto dice que el levonorgestrel actúa impidiendo la fertilización si esta no se ha producido y/ o produciendo "cambios endometriales que dificulten la implantación" de un óvulo ya fecundado. Léase un aborto.
De su segundo artículo sobre el aborto, poco distinto que decirle. Sólo recordarle un par de puntos del Manifiesto de Madrid que hemos firmado casi seis mil profesionales españoles encabezados por decenas de catedráticos de Biología, Genética, Ginecología y afines: 1.) El óvulo fecundado, es la primera realidad del ser humano. 2.) El aborto es un acto simple y cruel de interrupción de una vida humana. Un ser humano, una vida humana; de eso se trata. Reciba un cordial saludo y mi más alta consideración.
¿No le produce pudor semejante corte?
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