En la nebulosa de la neblina de la cámara de seguridad se divisan unas sombras. Unas verdaderas sombras. Al divisarlas e interpretarlas me doy cuenta que tengo el vello erizado y totalmente sorprendido de la escena. Un hombre ha caido a la vía del Metro de Madrid y desde el otro arcen un ciudadano salta , se tira y recoge al anterior accidentado, tira de él en un brusco tirón y le salva por centímetros del tren que en ese momento llegaba. Totalmente impresionante.
Mi querido amigo Angel:
Se que quiere mantenerse en el anonimato y lo entiendo. Como a muchos no le gusta el rollo de la prensa, las fotos, los compañeros que gastan bromas, los otros que comparan,etc.etc Es normal pero me va a permitir que desde mi blog, un blog muy minoritario y personal, le haga un pequeño homenaje de simpatía, solidaridad y de reconocimiento.
La profesión de policía no me causa mucha simpatía. Esa es la verdad, Angel. Aparte de tener recuerdos muy antiguos, pero recuerdos al fin y al cabo, de haber sido un cuerpo represivo, brazo ejecutor de actuaciones injustas de otros tiempos, comprendo que es una excelente salida laboral para muchas gente de buena voluntad que aprecian el orden y el precepto y les gusta la persecución de los delitos para, a la postre, conseguir un mundo mejor. La entiendo y la veo necesaria pero no le tengo, en conjunto, y usted seguro lo entenderá mucha simpatía. No estoy en contra, por supuesto, pero no soy muy sintónico. Ultimamente conozco en el Senado policias encantadores, rigurosos y simpatiquísimos que realizan sus funciones encomendadas a las mil maravillas que, como usted, me estan quitando mis antiguas reticencias.
Cuando tuve que decidir, allá por los sesenta y tantos, que profesión iba a realizar para iniciar sus estudios, mi padre me insinuó que la mejor profesión era la que hiciera y diera mas solidaridad y mas servicio a la ciudadanía. Y en su entender era la medicina. Y así, por él, escogí esa profesión. Porque estaba convencido que era el mejor instrumento para colaborar en un mundo mejor. En aquellos tiempos con una barba roja y muy poblada, aquel joven inquieto pensaba hacer Medicina e irse a Brasil, a Nicaragua o a Zambia a ejercer la profesión elegida.
Estoy convecido, Angel, que cuando usted eligió ser policía nacional y comenzó a realizar los cursos respectivos no pensó en el orgullo de perseguir delitos, detener delincuentes o llevar un pistolón al cinto. Me da la impresión que pensó en que era un profesión en la que podría conseguir un mundo mejor.
Y no sabe usted, Angel, como me alergra. Y me alegra además por su edad. Tiene usted treita y tres años y si se ha metido en el CNP lo ha hecho en la democracia, evidentemente. Lo habrá hecho en un cuerpo donde la imagen de una policia de la represión de antiguos tiempos había casi desaparecido para dar paso a una policía defensora de las libertades. Y usted sabe de lo que le hablo porque entre sus compañeros, estoy seguro, habrá ejemplos suficientes para hacerle referencia. Es usted, ni mas ni menos un policía joven de los servidores del Estado democrático.
En el sábado, cuando en Barajas unos desaprensivos con sueldos millonarios ponian en vilo a toda una sociedad que quería irse de vacaciones merecidas, usted cogía el metro. No estaba usted de servicio. Pero lo sentía. Sentía el bien estar (separado), el ser buena gente. Mientras que en Barajas otros servidores públicos realizaban una huelga ilegal e impresentable, usted daba todo,(hasta exponer gravemente la suya) por salvar a aquel hombre ,que en extrañas circunstancias cayó a la vía. Rarezas de la condición humana. Extrañas cosas de los mortales...
Quisiera decirle, amigo Angel, que se siente uno orgulloso de su (de la suya) condicion humana y además me siento eufórico de pertenecer a la misma raza que usted. De verdad que se lo digo como lo siento. Al igual que siento verguenza y repugnancia por muchas actitudes de otros pertenecientes a esta extraña raza humana mía, como los referidos anteriormente en Barajas, después de ver la cámara de televisión del metro de Madrid me siento totalmente identificado con la bondad y la solidaridad suya.
No le van a poner una medalla, no le van a dar honores. A lo mejor el damnificado por usted ni se lo agradece y se va por ahí como si tal cosa. Pero yo, amigo Angel, quiero darle las gracias y demosrarle mi admiración por su gesta totalmente llena de solidaridad y grandeza. Nada mas. Ni mas, ni menos, amigo Angel
Muy atentamente. Pedro Villagran
Pedro Villagrán 05.12.10
Lo mismo pienso yo.
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